jueves, 11 de febrero de 2010

Más de lo mismo


Ad portas de la televisión digital, de la que dudo sirva para mejorar la calidad de la misma, teniendo en cuenta que se ha dicho que la tecnología no asegura progreso o mejora de los contextos donde se aplica, he podido observar cómo los contenidos de este medio masivo han quedado estancados en una sola temática de violencia y sexo. El reciente estreno de la serie “Rosario Tijeras” se suma como otro producto más dentro de todo el repertorio de programas con contenido traqueto y sicarial.

Desde hace algún tiempo la franja nocturna de la televisión nacional se ha vuelto un escenario de batalla entre los dos canales principales Caracol y RCN. Todo se ha reducido al rating y al que mas sea visto y mas venda entre programas, sin importar lo que proyecten. Si tienen que mostrar desnudos parciales y actos sexuales insinuados, si es necesario un tiroteo con muertos incluidos, si hace falta describir las actividades delincuenciales que tanto daño han hecho en la realidad al país, pues se presenta sin remordimientos. Para atenuar un poco y no sentirse tan culpables, colocan novelas de corte romántico entre los “productos estrella”.

Cierto es que si a uno no le gusta lo que ve, simplemente tiene que cambiar el canal o apagar el televisor. Pero si uno se coloca tras de los ojos de otro colombiano del común, nota el conformismo que hay frente a esto, y peor aún, la aceptación que contenidos de este tipo tiene en diferentes sectores sociales, incluyendo los sectores populares donde es la única opción de entretenimiento, o quizás irónicamente, de escape de una dura realidad.

No se puede negar que la condición humana se presta hasta para cultivar pasiones incipientes. “Para el pueblo pan y circo”, reza el viejo refrán. Algunos expertos en psicología afirman que el individuo no es el producto de los medios, que la conducta no se condiciona por el mensaje del contexto en el que nos encontramos. El psicópata entonces no puede justificar su crimen diciendo “Es que Alf me dijo en la pantalla que lo hiciera”. Entonces, me pregunto, ¿la imitación (mono ve, mono hace) no es una forma de alienación? Varias veces he observado cómo niños y jóvenes adoptan comportamientos propios producto de lo que ven en televisión. Su lenguaje se vuelve más soez, se visten de forma inapropiada, y se involucran en juegos y roles que les quedan demasiado grandes y en cierto modo peligrosos a su edad. Ellos aun no tienen criterio propio y autoridad moral para hacer lo que hacen, su personalidad esta en desarrollo y andan continuamente en busca de una identidad, las más veces incorrecta.

Los grandes grupos económicos de los mass media tienen un solo principio: vender. Si el público les pide más de lo mismo, ellos tendrán que dárselo, a expensas de los valores y la moral. Ergo, es el público el que determina lo que quiere ver, mas no controla lo que ve. Si llegara a darse el hipotético caso de que la gente se cansara del mismo formato, tendrían que recurrir a “reencauchar”, viejas producciones, porque el riesgo para los jeques es que la gente empiece a pensar. Necesitan narcotizar la mente del televidente para seguir en el escenario. La publicidad también contribuye a esto, incentivando y persuadiendo a comprar lo que no se necesita, generando un “falso bienestar”. Entonces se crea un círculo vicioso entre medio y sujeto.
De nada sirve que pongan mensajes advirtiendo que tales comportamientos solo pueden verse desde una óptica crítica, mas no como un modelo a seguir. No me puedo tragar ese cuento de que los canales realizan entonces una especie de “pedagogía”, enseñando las consecuencias de tales actos. Nada tan absurdo como esto. Pedagogía no consiste en enseñar actos criminales e inmorales para no cometerlos, sino prevenir enseñando comportamientos ejemplares, constructivos, actos de paz y tolerancia. Pero entonces la gente se aburre y cambia el canal. Tanto criticamos en la calle sobre la situación de seguridad (que no está asegurada aún ni con la estrategia de “seguridad democrática”) en el país y seguimos viendo lo mismo. Nos gusta vivir aborregados, que nos hablen de chicas prepago, de narcotraficantes y de sicarios que imponen su ley apunta de bala. Nos gusta tararear las canciones que hablan de sapos y “mercas”. Ponemos de bandera los lemas del crimen organizado y estamos a la moda con las “muñecas” de turno.

Como el contenido del paquete es viento, nos consumimos el empaque y pedimos más. Si no reaccionamos de alguna forma, estaremos tan vacíos y tan desnutridos que nos tragaremos cualquier mentira, cualquier falacia, estaremos condenados a la mediocridad. Y ahí si apague y vámonos.

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